Me duelen tus olvidos 
como duele el exceso del sol de mediodía,
me duelen tus sonrisas, 
aquellas de las cuales ya no soy protagonista;
como espinas que se empujan en la piel helada.

Nuestros caminos 
se entrecruzan paulatinamente,
y te veo, 
tan glorioso, 
tan bello y tan lejano a mi,
envidio tu felicidad;
pues cada vez que te veo,
mi corazón se encoge en mi pecho 
buscando entre sus rincones, 
el recuerdo de aquel beso 
que me diste en la puerta del jardín;
donde ahora solo yacen flores marchitas.


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