Es inimaginable la fragilidad de la vida, 
frente a las fauces de la muerte.

Una mañana brillante,
una sonrisa traviesa,
un auto,
el silencio,
la soledad,
la confrontación con lo inexorable
de la maldad humana,
...

Pero hay gracia,
y bondad de un buen samaritano,
como el abrazo de Dios
a un corazón amargado,
con el rostro hecho pedazos.

El silencio,
hoy,
me acompaña,
sumergiéndome,
en la introspección de las causas inevitables,
y en mi vivir protegida,
en una armadura de carne.

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